jueves, 8 de mayo de 2014

El Por Qué de Simancas

La Villa de Bureva, así la llamaban los árabes. Abderramán II el rey árabe, después de vencer al rey cristiano Ramiro I en la guerra que de tiempo mantenían, el rey árabe le exigió al rey cristiano que debía pagarle un tributo cada año. El rey Ramiro I accedió a pagar sin dilación, pues no quería más guerra. El tributo no se trataba de dinero sino de cien doncellas de sus reinos que le entregaría cada año. Ramiro I aceptó con regalar las cien doncellas por año. La villa de Bureva al saberse proveedora de tal tributo, decidió revelarse y poner fin a tan vil impuesto. Las autoridades hicieron saber al pueblo que, se haría el pago del citado tributo, correspondiendo a Bureva el pago de siete doncellas, por lo que se haría un sorteo entre las doncellas casamenteras, hermanas, hijas y parientas. Conocidos los deseos del rey árabe, el temor corrió por las casas y calles de Bureva, en casi todas las familias había una joven doncella que podía ser requerida y sorteada. En las puertas de las casas se apostaron centinelas hasta el día del sorteo. El temido día llegó y los nombres de las siete doncellas salieron: Leonor, Lucía, Laura, Eva, Isabel, Yolanda e Inmaculada. Sin remedio se las llevaron para encerrarlas en la torre del castillo. Cuentan que iban las doncellas llorosas y desgreñadas, mientras las madres iban detrás, gritando y mal diciendo al rey árabe. En la torre del castillo las siete quedan confinadas, suspirando y llorando sin consuelo. Ya afinadas en la torre, que la mayor la más gallarda, muy serena les dijo: Desventuradas doncellas, quién en el mundo pensó que para echar a los perros estáis vosotras y yo. Más valiera morir que aceptar lo que se aceptó, cortémonos pues las manos, la primera seré yo. Las otras seis doncellas con sendos cuchillos que sacaron, se cortaron los cabellos y el rostro, una a una fueron imitando a la mayor, cortándose también una de sus manos. En la celda siete gritos de dolor se escucharon, el de siete doncellas que, con honra y por su honor, mancas se quedaron. Los árabes a las puertas del castillo llegaron, dispuestos a llevárselas por la fuerza, pero lo que vieron no les gustó.Viéndolas así el rey árabe comentó: si mancas me las entregáis, mancas os las lleváis, así no las quiero. 
Foto original de la villa de Simancas.                                                               
Fermín

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